Sihuas. Días de cielo azul intenso, noches cubiertas de estrellas, montañas pintadas de eucaliptos, huevos del corral en el desayuno, olor de la leña en la cocina, el canto del gallo antes del amanecer, árboles repletos de frutas, animalitos por aquí y por allá, personas generosas, niños jugando en la plaza. Cuando en la familia de mi novia me ofrecieron la oportunidad de pasar unos días viviendo esto, mi respuesta fue un sí instantáneo. No había mucho que pensar. Y es que todo esto me conecta de alguna manera con mi niñez y mi amor por la sierra. Era imposible decir no. Sólo restaba definir la fecha.
Después de muchas idas y venidas, finalmente haríamos nuestro tan esperado viaje el domingo 6 de noviembre. Nuestro destino final sería el Centro Poblado de Purupuro, ubicado en el distrito de Sicsibamba, provincia de Sihuas, en el departamento de Ancash. Nuestros compañeros de viaje serían doña Paulina, Raúl y Arturo.
Salimos, como de costumbre, muy temprano en la mañana, alrededor de las 4:30am. La ruta para llegar hasta allá sería, en un primer tramo, similar a la que hicimos a medio año para ir al Callejón de Huaylas, es decir, tomar la Panamericana Norte hasta Chimbote y luego tomar el desvío a la derecha por la ruta PE-12 que sube paralelo al rio Santa.
Llegamos a Chimbote cerca de las 10am. Aprovechamos para desayunar y repostar combustible para el resto del camino. Un poco más allá, tomamos el desvío hacia la ruta PE-12 y empezamos un ascenso muy suave por el valle. Los primeros kilómetros de esta ruta son muy bonitos, discurriendo entre amplios sembríos de arroz y maíz. Las vistas del valle y del río Santa son para sacarse fotos, así que no dudamos en hacer una breve parada.
A la altura del kilómetro 101, sobre la izquierda, se encuentra el puente Huarochirí. Aquí el camino se divide. Si se sigue directo sin cruzar el puente se llega a Huallanca, Cañón del Pato y eventualmente a Huaraz. Nosotros cruzamos el puente donde inicia la ruta 12A que nos lleva a Corongo y Sihuas.
Hasta este punto el camino había sido rápido, sin mucho ascenso. Una vez que cruzamos el puente empezamos una subida muy pronunciada a través de un sinfín de curvas en U. El camino en todo momento es asfaltado, pero es estrecho y de una sola vía. Al cabo de unos 16 kilómetros nos topamos con el desvío que lleva a la ciudad de Corongo por la izquierda. Nosotros continuamos derecho rumbo a Sihuas. Quedaban poco menos de 100km para llegar.
El resto del camino hasta Sihuas es bastante tortuoso. Es sencillo sí, pero estas todo el tiempo girando en curvas. El camino atraviesa algunos precipicios bastante profundos, pero también zonas muy bonitas y paisajísticas. Creo que la parte más bonita se dio en el tramo que cruza el distrito de Cusca (pueblos Tarica y Urcón). En todo el trayecto fuimos a un ritmo bastante tranquilo. En el camino tuvimos que hacer algunas paradas obligadas porque tanta curva ya había hecho algunos estragos.
Finalmente, arribamos a Sihuas cerca de las 3:30pm. Nuestros anfitriones Doña Tomasa y Don Joaquín Pereda nos estaban esperando cerca de la plaza. Nuestro primer objetivo: almorzar. Un buen caldo, su estofado y un mate y estábamos listos para otras 11 horas. Doña Paulina aprovechó para comprar algunas cosas. Poco más de las 5pm partimos hacia el pueblo de Purupuro, nuestro destino final.
Para llegar a Purupuro se toma el camino que parte de Sihuas hacia el sur. Este tramo aún no está asfaltado y formará parte de la ruta Interoceánica que llegará eventualmente hasta Pucalpa. A la altura del puente llamado “Águila”, nace un desvío casi escondido hacia la derecha, donde inicia una trocha carrozable de unos seis kilómetros que asciende hasta el pueblo de Purupuro. Dado que estábamos del lado este de la cordillera, la noche cae muy rápido. No eran aún las 6pm y ya estaba todo oscuro.
Me llamó poderosamente la atención la cantidad de cruces al lado del camino en el tramo entre Sihuas y el puente Águila. Conté 11, en un tramo que no tiene más de 12 kilómetros. Cada cruz indica el lugar donde murió alguna persona. Los accidentes, al parecer, en esta zona son bastante comunes.
Ya en casa de don Joaquín e instalados en nuestras habitaciones, empezamos a hacer la planificación de los siguientes dos días. La noche estaba muy bonita y el cielo despejado dejaba ver su manto de estrellas. Aprovechamos para tomar algunas nocturnas, no sólo del cielo sino también de la plaza y sus alrededores.
Luego de un rico lonche nos fuimos a descansar. Había acordado con Arturo y Raúl, salir a la mañana siguiente muy temprano (plan de 5:30am) a hacer unas tomas del amanecer desde el mirador de Silla Jirca.
Fue así que a la mañana siguiente Arturo y yo fuimos al mirador tras una caminata de unos 20-30 minutos. Raúl nos dio el alcance poco después. Desde Silla Jirca se puede apreciar el pueblo de Purupuro desde lo alto, además de una vista completa del valle y el discurrir del rio Rúpac bien abajo. Hicimos algunas fotos desde ahí e iniciamos el camino de retorno.
Con el sol lanzando sus primeros rayos, atravesamos campos con diversos cultivos, vimos naranjas, limas, pacaes, paltas entre otras cosas. Asimismo, la gente del pueblo ya empezaba a prepararse para las lluvias de verano próximas. Nos cruzamos con una familia que estaba arando sus terrenos y dejándolos listos para la siembra.
Ya en el pueblo aproveche para pasear un rato por sus calles y conocerlo un poco más de cerca.
Purpuro es un pueblo pequeño que guarda todas las características de un centro poblado de la sierra. Casitas de adobe con techos tejados de dos aguas, calles empinadas, arboles por doquier. Sus pobladores son gente muy amable que no te niegan nunca un buenos días con una sonrisa en la cara. Los animalitos forman parte del paisaje también; no es raro encontrarse con burros ovejas, cabras, bueyes, gallinas y otras aves de corral caminando libremente por las calles.
En su plaza destaca su iglesia, la cual es sencilla pero muy bonita; tiene una torre con campanario y un ingreso amplio. A su lado, se halla la escuelita que cuenta con una única aula. No podíamos dejar de conocerla por dentro así que, aprovechando que el profesor no estaba, nos metimos a saludar a los niños. Nos conmovió el cariño que nos mostraron. Luego, ya con el permiso del profesor, pudimos tomarnos algunas fotos con ellos. Fue una experiencia muy bonita.
Nos contó el director que los niños ahí estudian hasta tercero de primaria, luego de ello pasan al colegio ubicado en Umbe, otro pueblo ubicado a unos 25 a 30 minutos a pie. El colegio, como el pueblo en general, tiene necesidades que urgen ser atendidas. No obstante, el buen ánimo se respira en todo Purupuro.
El quechua es el lenguaje dominante aquí. Todos, incluidos los niños, lo hablan fluidamente. Si bien es cierto que todos también hablan español, tuve la impresión que las personas mayores son un poco más renuentes a hacerlo. Doña Tomasa, por ejemplo, casi siempre hablaba en quechua, aunque todos le respondían en español. Yo no entendía en un principio lo que ella decía, pero no me fue tan difícil acomodarme. Más bien aproveché la situación para aprender alguito de quechua con la ayuda de Arturo 🙂
Ese día almorzamos un súper caldo de gallina más su estofado cocinado a la leña (como debe ser) por doña Tomasa y doña Paulina. De chuparse los dedos. Fue un momento muy bonito con la familia.
En la tarde el plan era ir a conocer Umbe, capital del distrito Sicsibamba, al cual también pertenece Purupuro. Salimos poco después de las 3pm. El camino asciende por una trocha carrozable en mal estado. Según me comentaron, este camino solía estar en buenas condiciones, pero en los días previos a nuestra visita, una lluvia inusual causó un gran deslizamiento que se llevó parte de este camino. Las autoridades reabrieron este tramo con maquinaria pesada pero no estaba bien asentado aún. Subimos con cautela y llegamos sin problemas.
Ya en Umbe nos pusimos a caminar por su plaza y alrededores. Este pueblo es más moderno y cuenta, por ejemplo, con un Banco de la Nación y una posta médica. Su plaza de armas es muy bonita, y está decorada con árboles con formas de animales. En el momento que llegamos, los chicos salían del colegio y un grupo se animó (después de superar su vergüenza inicial) a salir en nuestras fotos.
El camino de retorno, ya de bajada, lo hicimos con más cuidado aún, llevando la camioneta enganchada siempre en primera para tener máximo freno motor. Llegamos a Purupuro sin percances 15 min después.
En la noche armamos una pequeña fogata en el patio de la casa y pasamos un buen rato conversando (don Joaquín es una persona muy conversadora, es muy entretenido hablar con él). También bailamos unos huaynos (bueno yo hice lo que pude) y brindamos con nuestra respectiva cerveza.
A la mañana siguiente el día amaneció con algo de lluvia, pero eso no nos impidió a salir a conocer más sitios en los alrededores. Cuando la lluvia se fue y el sol salió nos subimos a la camioneta y fuimos a conocer las aguas termales.
En las márgenes del rio Rúpac, a la altura del puente Quitarazca, en el camino que lleva Sihuas, emanan desde varios puntos aguas termales, algunas partes son tan calientes que burbujean. En la zona no hay ninguna edificación o facilidades al turista para aprovechar esto (como, por ejemplo, los baños termales de Churín en Lima o del Inca en Cajamarca). Estas aguas están al aire libre, completamente al natural y esperando ser explotadas.
Para llegar a las aguas hay que cuadrar el auto en la carretera y descender unos 50 metros hasta el río. Encontrar el punto por donde bajar fue un poco complicado al inicio, pero finalmente lo pudimos hallar. Una vez ahí, con piedras se improvisó una poza donde se juntaba el agua termal con el agua fría del rio para temperarla (las aguas termales eran demasiado calientes).
Pasamos un buen rato en el lugar y regresamos, cerca de la 1pm a Purupuro. En el retorno hicimos una parada en un lugar llamado Uchubamba, que está a mitad de camino entre el puente Águila y Purupuro. En Uchubamba están los campos de cultivo de la familia Pereda. Recogimos limas, naranjas y paltas. El lugar es muy bonito y verde por todos lados, pero el calor en ese momento era terriblemente fuerte hasta cuando te cubrías en la sombra de los árboles. Continuamos hacia Purupuro cerca de las 4pm.
Cerca de las 5:30 salí a disfrutar del atardecer y aproveché para tomar unas fotos. No tuve que ir muy lejos, desde la puerta de la casa de don Joaquín pude apreciar cómo las luces del sol dibujaban una postal en el cielo a medida que la tarde caía. Era nuestra última tarde del viaje.
Luego de cenar y conversar un rato, nos fuimos a dormir más temprano de lo usual, a las 9pm. A la mañana siguiente, a las 8am emprendimos el retorno a Lima, muy agradecidos por estos tres días y con la convicción de volver en algún momento del año entrante.
En el camino de regreso hicimos una parada breve en la plaza de Sihuas. Había algo que habíamos querido conocer, pero no se dio la oportunidad en este viaje: la fortaleza de Sipa. He leído en internet muchas cosas interesantes sobre ella, pero en ningún lado encontré información sobre cómo llegar. En la municipalidad finalmente me dieron esta información que necesitaba. No la pudimos hacer esta vez pero queda de tarea para la próxima visita.
Antes de terminar quisiera hacer mención de algo que me dijo don Joaquín mientras conversábamos en su casa. Yo le pregunté si había pensado en ir a Lima a vivir con sus hijos, ya que todos viven por allá. Su respuesta fue: “No necesito ir a Lima. ¿Por qué lo haría? Yo aquí vivo tranquilo y soy feliz”. Esa respuesta fue muy potente y me hizo pensar muchas cosas. Yo también quisiera llegar a los 85 años viviendo tranquilo y siendo feliz.
Como de costumbre, comparto la ruta que hicimos durante este viaje con los puntos mencionados en este post.
¡Hasta la próxima!
2 comments on “Sihuas: Un encuentro con nuestro Perú profundo”